La cultura icónica
Morin Edgar, El cine o el
hombre imaginario, París, Paidós Comunicación 127 Cine, 1956
El cinematógrafo y el
avión nacieron prácticamente a la vez, los dos nos permiten viajar y soñar de
manera diferente, además de aportar una nueva visión del mundo. El cinematógrafo
es una combinación de ciencia y espectáculo. Utiliza lentes, espejos, sombras,
luces y figuras. Lumiere se basó en cosas cotidianas para reflejar la realidad
en forma de movimiento, utilizando por ejemplo la imagen de un tren o la foto
de la salida de una fábrica. A pesar de todo este avance, la fotografía sigue siendo
la mejor forma de recuerdo y la podemos llevar con nosotros, al igual que una
cámara fotográfica cuando viajas o asistes a un determinado evento.
La imagen mental es la
ausencia del objeto. A los niños les
cuesta más diferenciar lo que imaginan con la realidad. Este estado del yo que
hace que divaguemos por nuestro inconsciente se conoce como el “doble”, en el
que el hombre refleja todos sus deseos y
temores. Conseguir que cualquier aspecto
de las cosas, de los seres y de las almas, aumente su calidad moral a través de
su reproducción, se llama fotogenia. Cuando se observa una animación, al
espectador le puede producir risa, admiración, asombro, molestia e incluso
extrañeza por ser algo que no había visto antes.
El cine como arte no se desarrolla hasta después
de la 1ª Guerra Mundial. Las imágenes se proyectan en una pantalla gigante y se
completan añadiéndolas sonido y más tarde color. Conlleva un montaje,
diferentes técnicas y adquiere nuevos caracteres espaciales y temporales. En
cuanto al contenido, cada persona se identificará con un personaje porque tiene
una personalidad parecida a la suya o simplemente por admiración a su figura.
La percepción práctica y la visión mágica, la subjetividad y la objetividad, lo
real y lo irreal, se combinan en cualquier escena sin ningún problema. El cine posee una gran carga
simbólica que implica un proceso de abstracción y racionalización constante
para entender una película, que junto con su música y su lenguaje nos ayuda a
disfrutar de todos los detalles.
Imbert Gérard. La
hipervisibilidad televisiva (ensayo)
Los modos de ver y de
sentir en la televisión han cambiado en las dos últimas décadas. Las prácticas
recurrentes que transmiten una determinada representación de la realidad se
llaman rituales comunicativos. El mito televisivo se encarga de hacer visible
el imaginario colectivo. Aquí surge un
problema, el exceso de visibilidad hace que se pierda la intimidad y nos volvamos
más insensibles. La neo-televisión ha hecho de la información un espectáculo:
lo que era tabú ya no lo es, aparecen nuevos modos de sentir y seducir, y el
público es partícipe del juego comunicativo.
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